Tu consulta de osteopatía en L’Ametlla del Vallès

Los mensajes de peligro llegan primero al “pre-cerebro”. Así llamo yo a los ganglios nerviosos, formados por concentraciones de neuronas, situados a las salidas posteriores de tu médula.

En estos ganglios, se lleva a cabo una primera filtración de la información que llega de los sensores. La médula espinal no es otra cosa que un buen fajo de axones (recuerda, lo que une las dos extremidades del nervio) que transmiten mensajes nerviosos.

Es como una autopista por la que sube y baja una increíble cantidad de datos.

E igual que las autopistas a horas punta, si la cantidad de estímulos de peligro aumenta o perdura, se producen retenciones (es decir, un colapso del tráfico de la información).

Entonces, nuestra maravillosa computadora va a desarrollar adaptaciones. Una de ellas, es la creación de nuevos sensores, ya sea en el cerebro como en el resto del cuerpo, porque ha deducido que necesitaba más mano de obra para detectar y protegerte del peligro.

Aunque esta estrategia sea del todo necesaria en ciertos casos, cuantos más captores, más sensibilidad y, por tanto, más dolor.

La segunda adaptación es el aumento de la zona del mapa cerebral (homúnculo) que se encarga de la parte del cuerpo donde hay el peligro.

Esto le permite aumentar la sensibilidad de la zona a tratar y de enviar una respuesta más concreta, en vez de una desmesurada y confusa.

¿Te pongo un ejemplo?

El roce de la etiqueta de tu camiseta no pone realmente la zona de tu cuello en peligro, ¿verdad? Pero aun así, la molestia manda estímulos continuos que pueden llegar a colapsar tu sistema.

homunculo

Al darse cuenta de esto, el cerebro te manda una respuesta en forma de molestia desproporcionada: de pronto, ¡el roce de la etiqueta se vuelve insoportable! No eres capaz de concentrarte en otra cosa hasta que la cortas. ¡Misión cumplida!

¿Pero qué pasaría si, a pesar de la molestia, siguieras vistiendo la misma camiseta sin cortar la etiqueta?

Tu cerebro tiene entonces dos opciones:

  1. Deducir que este roce no es tan peligroso. Al fin y al cabo, lleva días ahí y no ha provocado lesiones. Tu cerebro decide entonces desconectar la escucha de este estímulo. Como mucho, tu piel se engrosará ligeramente para aislar los captores de la etiqueta.

2. Decidir que el roce prolongado de esa etiqueta es una amenaza para la integridad de tu piel. Optará entonces por iniciar todos los procesos de alerta y reparación: dolor, inflamación, contracción muscular, etc.

Esta adaptación va a perdurar en tu cuerpo incluso si finalmente cortas la etiqueta, y puede dejar en tu organismo sustancias que mantengan el estímulo, la respuesta, y el dolor.

A través de este mecanismo, el dolor puede incluso llegar a cronificarse. ¡Pero no entres en pánico! Acuérdate que tu sistema se reajusta constantemente. ¡Nada es definitivo!

Ahorra trabajo a tu cuerpo: corta la etiqueta. wink

Sistema simpático y parasimpático

Tu sistema nervioso se compone de dos grandes subsistemas que te mantienen en homeóstasis (equilibrio interno): el sistema nervioso simpático (SNS) y el parasimpático (SNPS).

El sistema simpático acelera nuestras funciones corporales: es el que toma el control en situaciones de acción y de estrés.

El sistema parasimpático, en cambio, frena nuestra actividad corporal y metabólica y nos prepara para periodos de descanso.

Para proporcionarte la respuesta más adecuada en cada situación, estos sistemas se alternan el control dependiendo de las necesidades del momento.

Puede que ponerte un cojín en la mesa al acabar de comer también contribuya a que te entre el sueño. Solo puede, ¿eh?

Por ejemplo, digerir requiere una movilización extra de sangre en tu aparado digestivo. Por eso, tu sistema parasimpático va a favorecer el reposo, dejando a otros sistemas, como el osteomuscular, funcionando a “medio gas”.

¿Entiendes ahora la somnolencia que te entra después de comer?

Ahora imagina que, durante la digestión, oyes un ruido que te hace sobresaltar y temer algo grave.

Rápidamente, tu sistema simpático retomará el control y estimulará tu glándula suprarrenal hipotálamo, que, a su vez, mandará órdenes a la hipófisis.

Tanto tu suprarrenal hipotálamo como tu hipófisis se pondrán entonces a verter hormonas al torrente sanguíneo que favorezcan la reactividad.

Estas hormonas son las mismas que ya circulaban en el organismo de los hombres primitivos cuando tenían que cazar, huir o combatir.

Nuestras condiciones de vida han mejorado, sí, pero nuestros mecanismos de supervivencia lo han hecho bien poco.

Eso sí, como ya no nos vemos amenazados por animales salvajes (por lo menos la mayoría de nosotros), nuestro cerebro ha ido afinando su interpretación del peligro.

Como ya habrás entendido, no hay un sistema mejor que el otro: la homeóstasis reside en el equilibrio de ambos.

El exceso de uno u otro sistema acaba saturando el organismo de hormonas e impulsos que pueden provocar alteraciones en tus sensores.

Por eso, el tan necesario estrés que te permite escapar de una situación problemática traerá consecuencias nefastas si se mantiene en el tiempo.

Puede que no seas consciente de tu estrés o que no quieras pensar en él, pero tu cerebro, él, seguirá enviando mensajes y empeorando el dolor si lo cree conveniente para tu bienestar.

¿Te has fijado nunca en las contracciones de tus músculos o las malas digestiones que sufres cuando estás estresad@?

En terapia, tu osteópata puede ayudarte a analizar este proceso y a cortar con estas dinámicas.

¡Es que NO entiendo por qué dice mi osteópata que estoy estresado!

¿Se puede clasificar el dolor?

Aunque el dolor sea difícil de ser clasificar por ser una percepción subjetiva, podemos intentar definirlo según su temporalidad, expresión, origen, etc.

Intentar clasificar el dolor lo mejor posible es importante a la hora de informar a un médico o terapeuta y le ayudará a elegir mejor el tratamiento.

Por ejemplo, el dolor puede ser agudo o crónico. Si es crónico, significa que tu sistema ya se ha saturado de la información de alarma, y que tu cerebro ha elaborado una respuesta automatizada.

A este nivel, es posible que tu dolor se vea acompañado de otros síntomas, como contracciones musculares, vértigos, cansancio, etc. Tambén es posible que altere tu sueño, tu ánimo y que invada tu mente.

Cambiando de ejemplo, un dolor visceral se suele definir como difuso, difícil de localizar en comparación a un dolor osteomuscular.

Por otro lado, algunos dolores, como los provocados por la artrosis, son peores por la mañana y mejoran a medida que avanza el día.

Para identificar y entender tu dolor lo mejor posible, tu osteópata te hará muchas preguntas sobre como es, como aparece, qué lo empeora, etc.

Así que si puedes, antes de acudir a terapia, tómate el tiempo de observar qué sientes. Si lo haces, tus respuestas serán mucho más precisas, ¡lo que solo traerá beneficios para ti!

Tu dolor es tuyo y de nadie más

Aunque no te importaría regalarlo, ¿verdad?

Lo que quiero decir con esto es que existen muchos enfoques para abordar el tratamiento del dolor.

Tu médico de propondrá fármacos, el cirujano puede ver adecuado modificar una estructura, el psicólogo te propondrá reflexionar sobre tus experiencias dolorosas, el fisioterapeuta te ofrecerá rehabilitación mediante ejercicios, el osteópata realizará la escucha y manipulaciones que crea oportunas, y un largo etcétera.

Todo esto puede ser válido siempre que entiendas que tu dolor es tuyo y que tú eres el responsable de ponerle fin.

Eso significa, por un lado, que tienes derecho a elegir la terapia que más te convenga y, por el otro, que quizá tengas que cambiar algunos hábitos además de someterte a terapia.

Para tomar una decisión, lo más importante es que entiendas tu dolor y como funciona. Es vital que te sientas comprendid@ y escuchad@ cuando explicas tu dolor, y que se establezca una relación de confianza entre tu terapeuta y tú.

Esta comprensión te ayudará a asumir el control de tu dolor, y reducirá el riesgo de dependencia a los fármacos o incluso a la terapia.

Por otro lado, puedes encontrarte con que tu terapeuta necesite colaborar con otros profesionales para tu terapia. ¡No lo veas como una dificultad!

Tu caso puede requerir pruebas clínicas, test, imágenes o simplemente la opinión de otra persona cualificada. También es señal que se preocupa por ofrecerte la mejor opción posible.

¿Cómo prevenir el dolor?

Los episodios dolorosos no tienen siempre una causa clara, pero todos sabemos que podemos intentar prevenir su llegada cuidando de nuestra salud, ¿verdad? smile

Vale la pena recordar algunos principios que, por muy obvios que sean, se nos olvidan en muchos casos.

  • ¡Practicar actividad física es indispensable! Además de mantener el tono muscular, que sujeta toda nuestra estructura, favorece el flujo sanguíneo, mejora las digestiones, mejora la calidad del sueño, etc.
  • Cuida tu alimentación. El consumo de productos elaborados y/o con azúcares es un factor de inflamación, igual que la falta de sueño. Estos dos factores agotan tu mecanismo, a quién se le hace muy difícil mantenerse en homeóstasis y ya hemos comentado como el estrés fomenta la secreción de sustancias pro-inflamatorias.
  • No te dejes contagiar por la contaminación ambiental ni por relaciones que te perjudican y te provocan malestar. Sobre todo en el segundo caso, se suele poder realizar cambios si algo no nos hace bien. ¡Cuidarse no tiene nada de egoísta!
  • Ríe, dedica tiempo a actividades que te interesen y rodéate de buenos amigos. Todos estos factores mandan mensajes beneficiosos a tu cerebro, y este responderá secretando sustancias como las endorfinas y la serotonina, que te harán sentir más fuerte y feliz.
  • Cuida tu salud. Tu osteópata también trabaja con la prevención, no hace falta que esperes el dolor para visitarlo. En la mayoría de casos, una visita anual basta para detectar disfunciones antes de que estas te provoquen molestias.

Desgraciadamente, existen casos en los que es muy difícil encontrar el origen del dolor, y otros en los que va a ser muy complicado o incluso imposible ponerle fin.

Estos casos no son, ni mucho menos, la mayoría, y no es porque tu dolor persiste que no pueda cambiar en el futuro.

Espero haberte ayudado un poco a entender este complicado proceso. Si quieres más información, déjame tu pregunta, o consulta las referencias que me han ayudado a elaborar este artículo: